El fuego no lo inventaron los seres humanos, pero las personas lo hemos convertido en una de las fuerzas más prodigiosas y titánicas sobre el planeta Tierra.

Las evidencias más antiguas se hallaron en la caverna de Chukutien (Pekín) y datan de medio millón de años atrás. Imaginamos a nuestros antepasados prehistóricos en la oscuridad de una tierra, virgen e inhóspita, plagada de calamidades naturales, entre las que se encontraba el fuego, temible e inquietante.

A veces se manifestaba a través de rayos, incendiando la vegetación que encontraba a su paso. Otras, hacía acto de presencia de manera violenta, como los volcanes, derramando ríos de lava, arrasando así toda manifestación de vida. Pero en ocasiones, era el rodar de algunas piedras las que produjeron chispas, prendiendo ramas secas de su alrededor. El homínido huía como otro animal más, resguardándose en el fondo de su caverna.

Tiempo después, cuando la inteligencia se desarrolló en su ser, sintió curiosidad y observó las ventajas que podía obtener, se atrevió a llevarlo a su lado, a producirlo y conservarlo. Experimentó así mayor sensación de bienestar y confianza, producida por el calor de esas hogueras. El calor del fuego suministró energía para cocinar la carne, más tarde ablandó los granos, coció las vasijas para almacenar los alimentos y fundió los metales, logrando de esta forma usar instrumentos de caza y defensa.

Durante los últimos doscientos años, se ha venido desvelando lentamente el misterio del fuego. Las nuevas técnicas hacen que aprovechemos mejor los combustibles y desde principios del siglo XX, junto con el carbón y el petróleo, se logró el nacimiento de la civilización industrial, base de la nuestra actual; pero en las últimas décadas es cuando los combustibles y sus formas de uso se desarrollan a mayor velocidad. Incomprensiblemente hemos creado nuevos tipos de fuego, sin evolucionar, sin aprender la forma de controlarlos.

Las pérdidas de vidas humanas, acompañadas de las numerosas pérdidas materiales a causa del fuego han aumentado de forma alarmante en las últimas décadas. Necesitamos descubrir y desarrollar nuevos y eficaces métodos que, en paralelo con el desarrollo industrial, nos permitan hacer frente con eficacia a esos fuegos, no deseados.